viernes, 4 de julio de 2014

Suplementación (IV): Otros Minerales


Explicados los 3 micronutrientes más importantes en la nutrición de la embarazada (ácido fólico, hierro y yodo), pasamos a analizar una última serie de minerales, aparentemente menos capitales, pero también con un gran interés: 

Zinc: 

Considerado como nutriente esencial, es principalmente obtenido de las proteínas de origen animal y de los cereales. Sin embargo, se considera que el 82% de los gestantes del mundo no tienen el aporte suficiente para satisfacer las necesidades básicas. Ante déficits graves, se activan varios mecanismos que afectan tanto a la embriogénesis como al desarrollo fetal, dándose en ocasiones malformaciones congénitas, como defectos cardiacos, urológicos, esqueléticos, cerebrales, o del paladar. En casos menores, pueden darse casos de rotura prematura de membranas y parto prematuro. 

Dicho esto, la suplementación con zinc en embarazadas se asocia con un incremento de peso del niño al nacer, así como una disminución de las complicaciones perinatales, aunque ninguna de las dos cosas está del todo probada en estudios. 

Cobre: 

Implicado en el normal funcionamiento de gran cantidad de enzimas, su déficit afecta a la correcta producción de ATP, la peroxidación lipídica, la activación hormonal, la angiogénesis, así como a la posible aparición de alteraciones pulmonares y esqueléticas. En el embarazo, su déficit se asocia a un mayor riesgo de rotura prematura de membranas o a partos prematuros. 

Pese a todo, no existen todavía estudios que evalúen de verdad el efecto de la suplementación con cobre en embarazadas. 

Calcio: 

Además de ser el elemento más abundante en el organismo, resulta esencial para el mantenimiento de la estructura ósea, la transmisión del impulso nervioso, la excitabilidad neuromuscular, la coagulación sanguínea, la permeabilidad celular y la activación enzimática. Durante el embarazo, el metabolismo del calcio cambia, aumentando su absorción intestinal con el objetivo de facilitar el aporte para el feto sin desequilibrar los niveles plasmáticos y óseos de la madre. 

Relacionado con la aparición de preeclampsia, enfermedad caracterizada por la presencia de hipertensión y proteinuria, suele causar prematuridad. Se ha postulado que, al afectar a la contractilidad del músculo liso, unos niveles correctos de calcio supondrían una disminución de la presión arterial sistólica, aunque todo está todavía por demostrar. 

En definitiva, en la actualidad no hay datos que demuestren la efectividad de la suplementación con calcio. Si bien se aconseja una ingesta de unos 1.000 mg/día, dosis que se atribuye también a una mujer no embarazada, dicha cantidad suele cubrirse sin problemas en una dieta equilibrada con al menos tres raciones de alimentos ricos en calcio, como leche o queso. Con todo, la suplementación con calcio se reservaría para mujeres de alto riesgo. 

Fósforo: 

Implicado en el transporte y la producción de energía en forma de ATP, forma también parte de los fosfolípidos de las membranas celulares, así como de los ácidos nucleicos, estimula a su vez la mineralización ósea, y activa las vías metabólicas de la glucolísis y la gluconeogénesis. 

Muy relacionado con el metabolismo del calcio, se encuentra muy presente en gran cantidad de alimentos y su déficit es bastante raro. En principio, no se recomienda su suplementación.


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