viernes, 4 de julio de 2014

Suplementación (II): Hierro


Continuando con nuestra serie de entradas sobre los diferentes y más importantes micronutrientes en lo referente a la nutrición del embarazo, dejamos atrás el primero de ellos, el ácido fólico, y pasamos a hablar de otro también de capital importancia: el hierro.

En primer lugar, y como principal función, el hierro forma parte del complejo molecular de la hemoglobina, molécula del plasma sanguíneo encargada de transportar el oxígeno desde los pulmones hasta todos los órganos y tejidos del organismo, así como de retirar de los mismos el dióxido de carbono, de carácter tóxico si llegase a acumularse.



Dicho esto, la mayoría de las mujeres suelen presentar a lo largo de su embarazo cambios hematológicos secundarios a la deficiencia de hierro. La anemia ferropénica es la deficiencia nutricional más frecuente en este tipo de personas, produciéndose en ellas una disminución en los niveles de hemoglobina y hierro sérico. Si bien es cierto que este problema, al sumársele otros distintos e independientes, suele ser crítico en los países en vías de desarrollo, en los países más desarrollados no suele ser tan grave. Aun con todo, termina por producirse un balance negativo de hierro a lo largo de los trimestres segundo y tercero que no puede llegar a compensarse con la dieta, ni mejorando su biodisponibilidad, ni con el aumento de la absorción propio de la gestación. Ante esto, aparece la necesidad de una correcta suplementación férrica durante dichos periodos de gestación.



En principio, la anemia en el embarazo queda confirmada cuando la concentración de hemoglobina cae por debajo de los 11 g/dL a lo largo de los trimestres primero y tercero, o de los 10.5 g/dL durante el segundo. A parte de esto, se sabe que niveles inferiores a 9.5 g/dL durante el primer o segundo trimestre, o a los 11 g/dL al término de la gestación, se asocian con bajo peso del recién nacido, prematuridad, así como con un aumento de la mortalidad perinatal. Por otro lado, el simple déficit de hierro perjudica el rendimiento cognitivo y el desarrollo físico de los recién nacidos. Por el contrario, también se sabe que niveles de hemoglobina demasiado elevados, por encima de los 13.5 g/dL, se asocian como hemoconcentración, hiperviscosidad sanguínea, disminución de la perfusión placentaria, preeclampsia, eclampsia y crecimiento intrauterino retardado. Como casi con todo en nutrición, el nivel óptimo se acerca más a un punto medio.

Si bien hasta hace no mucho tiempo se aconsejaban suplementaciones diarias de hierro, hoy en día se están evaluando regímenes menos frecuentes, tal vez semanales o de un par de veces por semana, asentados en dos puntos principales:
  • Una administración demasiado frecuente (diaria), origina un entorno demasiado rico en hierro en el intestinal, produciéndose así un proceso de estrés oxidativo en las células de la mucosa que termina reduciendo la absorción a largo plazo y aumentando la gravedad de la situación y la frecuencia de los efectos secundarios.
  • Una exposición al hierro con menor frecuencia por parte de las células intestinales, teniendo también en cuenta el proceso de recambio de la mucosa de cada 5-6 días, puede llegar a mejorar la capacidad de absorción y disminuir los posibles efectos secundarios.

Dicho todo esto, la dosis recomendada de hierro al día durante el embarazo ha de ser de unos 30 mg, contenidos en unos 150 mg de sulfato ferroso, o en unos 300 mg de gluconato ferroso. Cualquiera de ellos es preferible tomarlos en ayunas o entre comidas, de cara a favorecer su absorción, y no deben mezclarse con leche, té o café. Ha de tenerse en cuenta también que tanto el carbonato cálcico como el óxido de magnesio inhiben la absorción del hierro, y que la vitamina C la favorece.

Por último, señalar que los posibles efectos indeseables relacionados con la suplementación férrica se corresponden casi en su totalidad con los derivados de la intolerancia gástrica. Esto suele reducirse en gran medida como resultado del gran número de compuestos férricos existentes y utilizados, si bien en muchos casos la absorción o su biodisponibilidad acaba siendo bastante menor.

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